¿Cuántas personas conocemos que terminan su trabajo y quedan ociosos durante el resto de la jornada, o que distribuyen sus tareas a lo largo de las horas que debe estar en la oficina? Sin dudas, muchas. ¿Te has puesto a pensar los recursos desperdiciados y los gastos producidos mediante esa política? Seguramente, no.
Cuando una persona sabe que perderá varias horas sólo por cumplir una cuota de tiempo, se predisepone mal para afrontar una jornada laboral. Esto repercute directamente en la productividad y en la calidad del trabajo realizado. Tampoco sirve de mucho el fijar objetivos “reales” dentro de una cierta cantidad de horas, ya que no todos trabajamos al mismo ritmo.
Hay empresas que comprendieron que el hecho de fijar objetivos con una tendencia a trabajar menos horas a un alto nivel de rendimiento es la mejor forma de realizar las tareas operativas que implican un rutina diaria. Por supuesto, existen niveles de tareas que necesitan tiempo, sobre todo las creativas. Aunque, ese es un abordaje totalmente diferente.
Realicemos el ejercicio de terminar tareas lo más rápido posible dentro del nivel de calidad exigido, tomemos el tiempo y sabremos cuántas horas de infraestructura desperdiciada en ocio y actividades de “pasatiempo”, y sus costos asociados, tenemos en nuestras organizaciones.
Ustedes que opinan, ¿por horas o por objetivos?